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Cuando te des cuenta que lo único constante es el cambio, no volverás a aferrarte a nada.



El cambio. Pareciera ser la única constante en la vida y sin embargo la mente humana parece no comprender este simple concepto: la impermanencia de la vida. En el artículo de esta semana quisiera que contemplemos este concepto, ya que a simple vista todo cambia: los días cambian, los años pasan, el sol sale y se oculta a diario, las hojas de los árboles caen, las estaciones varían a lo largo del año, cumplimos años cada 365 días, cambiamos de apariencia, nos crece el cabello, nos crecen las uñas, crecemos en altura, cambiamos de casa, cambiamos de trabajo, cambiamos de pareja; el cambio parece ser la única regla de oro en este juego de la vida. Y sin embargo, la mente y nuestro condicionamiento no nos permite comprender plenamente la profundidad de la transitoriedad.

Si fuese así no nos dejaríamos mecer por los inevitables altibajos de la vida. Entenderíamos profundamente que así como hay momentos de gozo, hay momentos de dolor, y así como el sol sale y se oculta cada día, el dolor o el gozo tendrán un final. Este argumento podría ser juzgado de pesimista, pero te quisiera invitar a que reflexionemos un poco más sobre la importancia de comprender esta realidad. Cuando comprendemos a profundidad que en la vida así como tendremos momentos de gozo, tendremos momentos de dolor, cultivamos una mente firme y ecuánime frente a las eventualidades de la vida. Así como nos enseña el Buda Gautama: “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, nos convertimos en un árbol con gruesas raíces, de pie frente a cualquier circunstancia o contratiempo, porque contamos con la sabiduría pura para disfrutar cada momento por lo que es.


Solo un instante, la vida es solamente un instante. Un instante aquí. Un instante allá. Todo, absolutamente todo, sin excepciones tiene una fecha de caducidad. Y esta realidad más que ser pesimista nos viene a invitar a gozar con plenitud cada momento del ahora. Ya que el ahora es todo lo que existe y jamás existirá. El pasado no existe. El pasado alguna vez fue el ahora, pero ya caducó. El futuro aún no existe, algún día será el ahora, pero mientras tanto nuestro presente está aquí con nosotros, abrazándonos, invitándonos a sumergirnos por completo en toda la belleza y trasfondo que implica vivir en el ahora. Nos cautiva con su espontaneidad, estímulos constantes, sensaciones intensas y si nos permitimos vivir plenamente todo lo que tiene por ofrecernos, existe una presencia infinita, una magia y espacio de juego, creatividad y conexión que nunca podremos encontrar en ningún otro lugar.



Stephanie Bianchi

s.bianchidl@gmail.com


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